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Los molinos machacando pigmentos
Bordados en inciensos mestizos
Esperan encender sus llamas nebulosas.
Las melodías pintan de sangre la esencia de sus octavas
Afinando cada cuerda en el cielo
Y cada tambor en el impaciente viento.
Vistiéndose de oníricos abrazos oceánicos
La mar gime de placer a la pronta llegada
Y el alzar de sus brazos pringosos.
Bebiendo el dharma de nubes ahogadas
La tierra húmeda y temblorosa
Se unía a la palpitante llegada de su madre.
Se gestaba
Cual sacra espera
A la muerte de un santo hipócrita
Para culminar en tres mitómanos días a su renacer.
Nace en días sabáticos.
O en noches de miel y nueces.
A veces en ocasos noctámbulos.
Sus ojos
Tan tenues
Como el alba de invierno
O el reposo de un cadáver recién perdonado
Ilumina cada gota de pasión desbordada
En toda la cabalidad de la existencia.
Crece como amapola desierta
En un lago sediento del aroma de la sal.
El sol
Excitado en su reflejo
Veía su realización
Su éxtasis en la llena
Y el amor de su completa desnudes
En su vestido de luz resuelta.
En ese momento
La luna estallaba en aquelarres cósmicos
Gritos almendrados de dulzura
Sus ojos desorbitaban a las lejanas estrellas
Moría y nacía en ese momento
En orgasmos eternos hacía la totalidad del universo.
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